El blog de Enén

Este es un blog ameno, de ciencia y conciencia. Aplico la ciencia al arte de vivir.©

20.6.09

El ladrillo en el clavel

El ladrillo en el clavel
(Memorias en la escuela Labra, hoy museo y los sesenta)©
por Francisco Feliciano Sánchez















2. ADOLESCENCIA

Había entonces
muchas niñas alegres
y algunas niñas mustias.
(entonces no comprendía por qué algunas niñas lloraban en los rincones la sorpresa de descubrirse mujer)
La pobreza la llevábamos al hombro de la risa y la algarabía.
No había tiempo para lamentar, sino para vivir
a la velocidad de un tren que desapareció sin avisar.
Queríamos llegar al otro lado de la vida
para finalmente,
descubrirnos.
Era la escuela el sitio donde nos preparábamos para la vida
y donde empezamos a encontrarnos
con nosotros mismos.

3. AL FONDO DE LA ESCALERA

Cuando la miro de lejos
me da una nostalgia como si me fuera a morir.
Siento que he dejado allí algo de mi vida
y que me ha sido vedado recuperar.
Quisiera volver a entrarla,
penetrarla hasta lo más profundo de sus rincones,
un deseo de intimidad profunda,
de confesiones sin límites,
de hacerme nuevas preguntas
y buscar nuevas respuestas.
Quisiera volver a vivirla
al margen de este otro tiempo
y la nueva ley.
Quisiera bajar nuevamente por los pasamanos tibios
y encontrarme al fondo de la escalera
a mí mismo niño leyendo un libro
a su amparo.
Hablo de mi escuela.




10. LADRILLOS CON NOMBRE

Entre ladrillo y ladrillo
encontré espacio para mí.
La escuela era amplia pero a veces me parecía
pequeña para un corazón que crecía.
Los ladrillos fueron un refugio
para nombrar la soledad,
y treparme a la altura de las lagartijas
para soñar alto.
Nunca supe qué tenían esos ladrillos pero a menudo me descubría contando
cuántos había por pared,
cuántos faltaban para llegar al alero,
como un desquiciado los contaba,
como una manía los contaba,
es que no quería que se perdiera ninguno
porque era como si perdiera algo que empezaba a amar
y tenía miedo perderlo,
así que empecé a nombrarlos cada uno con el nombre
de mis amigos y velaba que ninguno se me borrara de la mente.
(Qué crueldad ahora se me han borrado unos por completo
y la mente mía se va de vacaciones y regresa sin avisar.)
Menos mal que existe mi culto a los ladrillos,
que comprendí que no estaba loco
al ponerme a contar y nombrar ladrillos,
y que sólo quería hacer sociedad
y hacerme parte de la gente.


1. LA ESCUELA DE CLAVEL

Manojo de claveles rojos,
la flor de la arquitectura
en medio de una brisa de amapolas.
Un cuaderno que volaba sobre la conciencia,
un pincel sin límites en los sótanos guardianes sin centinela,
un aire joven en cada rincón por donde se entraba el aire,
una nostalgia que no detiene el tiempo
y que no madura nunca
por miedo dejar de ser eso, nostalgia.
Una escuela en medio del orbe.
Y un niño yo, sediento de pasiones.









4. ESCUELA FUERTE

Cuando la veo de lejos
siento como si me llamara
para dictarme cátedra de silencio.
Cierto es que he ido enmudeciendo
según pasan mis años
(Hablo menos y pienso más.)
y que me he dado a la costumbre de recordar
incidentes cada vez más remotos.
Pero cuando la veo de lejos
quisiera que me enseñara a envejecer con la elegancia de una columna suya
con el amor en el ramo de clavel de sus ladrillos
y la garganta de la campana en su patio interior.
Cuando veo de lejos mi vieja escuela
se me doblega la pasión.










5. LA ESCUELA Y EL AMOR

En medio del ruido del orbe
había rincones con encantos,
esquinas para confabular con el amor.
Yo le cantaba loas
a las paredes sin límites
que resguardaban el abrazo,
mis cómplices silentes
del amor callado y sin expresión.
Entonces, todavía era muy niño
pero me di cuenta
que existía el amor.






















9. SOÑANDO ALTO

Era, aunque no lo quisiera decir,
intensamente comunicativo.
Hablaba de la vida y de mis temores
debajo de la nostalgia
como si presintiera que la juventud duraría muy poco.
Me confesaba y me volvía a confesar con la certeza
de que no nos volveríamos a ver jamás
o tal vez nos volveríamos a ver cuando fuéramos ya muy viejos,
bueno para perdonarnos u olvidarnos de las confesiones hechas.
Cuántas veces me creí un Peter Pan
por miedo a perder la sombra de los viejos almendros
que no existían en casa.
Cuántas veces pensé grabar mi nombre en un ladrillo
por miedo al olvido,
cuántas pensé escribir un poema en la boca de una fuente para que le diera música el agua,
aquella fuente que filtraba el olor de los libros,
como si quisiera mantener el conocimiento y la juventud fresca y para siempre .
Cuántas veces pensé treparme al campanario
y nombrar el aire con mi nombre
y repicar la alegría de vivir allí, como en una casa,
como en un templo
en donde solo la oración se levantaba.




6. ESCUELA TEMPLO

Su encanto inicial estaba
en el músculo del ladrillo
y en esa forma regia
de levantarse en medio de las carnes jóvenes.
A medida que uno la abordaba
y la penetraba, - viejas esquinas en fuentes húmedas-
era menos soberana
y nosotros más libres.
Esta escuela siempre tuvo
muchos rincones de misterio.
Pasaba de niña, a mujer, a madre.
La última vez que la vi
era un templo de espíritus.





















7. CRECER

Yo llegué muy niño allí
y allí dejé de serlo.
Madurar a empujones, a fuerza del grito de los autobuses
desurbanos y despiadados.
A gritos del maestro de gym,
"avanza que te vacila la pelota',
bendito sea, que no era mi fuerte la educación física
ni eso de hacer molleros,
sino escaparme a la biblioteca,
leer las aventuras de Gulliver,
vivir la revolución del planeta,
los Beatles, los Rolling Stones
"Remember, it is a sin to kill a mockinbird", mataron a Kennedy
la noticia nos llegó al salir de matemáticas-
uno bueno menos y dos años más tarde murió Albizu.
Entonces Lucesita estaba en el Club del Clan
y yo empezaba a cantarle a mi juventud.
Cada cual le cantó a la suya como mejor pudo.
Supe de una niña muy linda
que de pronto dejó de serlo.
Sé que se involucró en muchas aventuras
y que de todas siempre salía ilesa.
Supe que una vez hizo acrobacias al borde de las barandas del puente del Condado.
Dicen que el perro de coral la llamó y ella se fue a buscarlo...
Recuerdo que yo llegué muy niño a mi escuela,
allí dejé de serlo
por las cosas que viví ,
por las cosas que me contaron
aunque no fueran ciertas,
o por las cosas que uno imaginaba
en las oscuridades.


















13. Modas
Amaba, por qué no, la moda, la vitrina con el maniquí indecoroso
que coqueteaba a la maniquí futurista, el sueño adolescente de llegar a la cima
con mejor suerte que Ricky Valens y Paul Anka.
Mirando la luna en el fondo del manglar
se olvida la pobreza, el oro del agua presagiaba ilusiones, tal vez muy distantes entonces.
Seguir la moda era una manera se soñarme rico,
al menos había tema de conversación
donde había hambre y muchas esperanzas.
Mi pelo rizado imagina barberías remotas,
rebelde al peinado hongo al estilo de los Beatles,
pero soñando con regresar mi negritud al Liverpool esclavista
con tal de encontrar la fama
en taberna de las ilusiones.Sueña uno con los artistas.
Se viste uno como los artistas
y como los artistas,
piensa uno con el amor
que nunca llega.



8. EN EL TIEMPO

Siendo,
como siempre fui,
un niño hermético,
difícil de entender
aunque fácil para el trato.
Entonces trataba de aprender las matemáticas para sumar
amigos, amores
y restar las penas de mi casa, la nostalgia perenne de Mami, el miedo a la soledad y el terror
a las drogas y al alcohol.
Siendo, como siempre soñé ser, una ventana sin hoja, me tuve que encerrar,
con un terror a la vida,
mientras se desarrollaba la salsa en las velloneras
y se abrían camino
Tito Puente, La Lupe, Pellín y Andy. Paul Anka bajó de un helicóptero y entró por el techo de Wolworth
en la Ponce de León
en la parada 18.
Siendo de esa manera, me fui dando cuenta que era cuestión de encerrarse o huir,
entrarse a la biblioteca
y buscar nuevamente el libro de Gulliver o releer
El final de Norma.
A los doce años ya conocía
La víspera del hombre y lo comprobé cuando a esa edad ya había perdido la virginidad, mejor dicho, ya me habían desforrado.
Siendo, como se dice, difícil de entender,
no sé cómo he crecido al borde
de mi escuela,
mirándola.
Lo cierto es que es la estoy amando ladrillo a ladrillo
perpetuada en mi memoria.
Hay algo mío allí
y debo buscarlo.























12. LECCIONES CALLADAS

Ladrillo a ladrillo
leía nombres, citas,
encuentros fortuitos
apuntados sobre la fuente de agua.
Puedo decir que también allí
aprendí a leer.
El lenguaje del grafitti,
mi escuela de la subversión
y las sensaciones pasiones ocultas,
lo que se dibuja y no se escribe
pero que todo el mundo entiende.
También allí aprendí a hablar.
También aprendí a silenciarme
y a dialogar conmigo mismo.












25. LA MINIFALDA DE LUPE

Bandera perfumada por los corredores.
Anestecia visual,
embobamiento que ralla en la locura,
tranvía de deseos hacia los túneles
más codiciados de la intimidad,
guerrilla de escándalos,
el Zorro asaltando
las fortalezas y creando debilidades
en las músculos varoniles,
blandos hasta el éxtasis.
Era la minifalda la expresión de las piernas
hecha metáfora del viento,
estímulo sensorial
por donde lo visual seducía,
y la carne te delataba.
Más allá de la historia
la pasión cheguevara
tomaba por sorpresa la pesadilla del amor
y una guerrilla interna
en versos me asaltaba.





















12. El clavel de San Juan o el clavel de Santurce

Rojo, con o sin estambre
se mece el hijo del aire,
cantando la pubertad
en garganta ronca
gritando su protesta
cuando la lluvia hiere.
¿Cómo ignorar su tiempo
ánfora de mil voces
la mano sin cuaderno
y los cuellos tiesos?
Florece San Juan
su ladrillo en flor,
juvenece la piedra
en recuerdos de canción
que por más que los maten
nunca mueren.


















Seguir a la Labra...









































11. Los extranjeros en mi escuela

Señor, te ruego por los extranjeros
que conocí,
como aquella primera dominicana
que llegó a mi escuela, el cuaderno cubriéndole el busto,
para que no notáramos que era mayor que nosotros o se había transformado en mujer antes
que las demás niñas.
Llegar nueva a la escuela era como llegar a casa ajena
y ella se hizo de su sitio en la mesa del comedor escolar donde Amada nos esperaba
y ella aclaró que era "cibaeña acepillá"
buscando su espacio, justificando modales,
añorando su estrella,
herida y esperanzada como estaba por haber llegado a esta otra costa
huyendo del dictador Trujillo
(1961-tembló el Caribe y la república se derramó.)
Hablando de dolores
que el que sale de su patria
no huye, sino que sueña su libertá en otra dimensión que tal vez
solamente Dios comprende -ella nunca pronunció la d porque no es lo mismo con d y sin d, que el que la sufre la grita sin d-
Aún así, aquel milagro caribeño me ofrecía su gracia
como un plato de habichuelas con dulce
en tiempo de cuaresma.

Te pregunto por aquel ruso (tal vez era cubano o ruso-cubano)
de segundo apellido Podanovski, y primero Suárez, quien por su afición al espacio pudo haber sobrevivido milagrosamente la explosión del Sputnik II y la muerte de Laika.
Su blancura fría y casi transparente me enseñó
las diferencias de pueblos y en lo que nos podíamos parecer todos los humanos
que nos querían hacer distintos.
Él simulaba no emocionarse por nada,
pero se saboreaba con desesperación los Mary Janes -tesoro de los niños pobres –
y los bombones de mantequilla como si fuera la última vez que se los fuera a comer.
Los traficábamos por debajo de los pupitres, Señor, porque era como pecado comerlos en clase, y aprendimos a disfrutar ese pecado en abundancia..
Me asustaba que me sorprendieran dejándome llevar por el ejemplo de un niño ruso, pero él me retaba con su inteligencia y en la aventura y eso me gustaba.

Me hablaba, Señor en un inglés que casi no entendía, además yo no sabía inglés,
pero me llamaba la atención porque era ruso y hablaba inglés. El decía que los gringos eran recios para aprender idiomas y mucho menos el ruso, que su papá le dijo que más tarde yo entendería..
Entonces los rusos eran desafiantes del espacio, molestaban a los americanos y a Kennedy, que alguien me dijo me cuidara de Podanovski, que me podía envenenar y tomarme la mente para hacer un robot como el de los Jetsons, que los rusos atacarían a los Estados Unidos desde el espacio, posiblemente por Nueva York durante la Feria Mundial. Nikita Krushev había llevado a Rusia a la delantera cósmica mientras Miguel -que así se llamaba- se preparaba en su proyecto de ciencias con un mapa del espacio y unos cálculos que solo él comprendía, ni siquiera la maestra de ciencias ni la de matemáticas parecieron entenderlos.
Entonces el ruso que era mi amigo, competía conmigo en la feria de ciencias.
Mientras diseñaba sus órbitas y la revolución de los planetas
yo cultivé semillas de habichuelas -fasciola vulgaris, nombre sugestivo, no, Señor- en un tubo de ensayo. A fin de cuentas creo que nadie entendió el ruso del ruso,
y como las habichuelas eran plato de todos los días entre los boricuas, sobre todo entre un jurado boricua,
yo gané la feria. y gané amistades por haberle ganado a Miguel. Alguien me dijo que era como la guerra fría, pero Señor, te juro que yo sabía de eso y no vi hielo por ninguna parte sobre todo cuando Podanovski y yo estábamos juntos en alguna parte.

Al otro día de la premiaciación el ruso estaba distinto, me aterró quedarme solo con él en el sótano que iba a la carpintería por miedo a que me serruchara la cabeza.
Podanovski sacó una funda de papel y me dijo:
-Yo astronauta, tú Mendel-.
Me llamó pana -manera boricua de llamar amigo- y me llenó el bolsillo de Milky Ways.








26.AMOR RARO

Esa cara linda,
limpia,
mi Dios, creo en ti,
no debiera olvidárseme nunca.
Era una cara como de niño-mujer
o de hombre-niña, que confieso,
me gustaba
(hoy acepto mi atracción
por los libertos
andróginos).
Acaso era la misma imagen de Twiggy
replicada en mi seducción temprana
en las paredes, en los troncos delgados
de los pinos eternos,
en las piernas del policía afeminado
que sexy hoy dirige el tráfico.
A veces, en sueños, la busco,
como una enfermedad que me debilita,
con pena de apretarla a mi pecho,
llevármela debajo de un aguacero
a la pared de un viejo edificio
y allí besarla.
Emociones que provoca
la soledad,
un par de ojeras violetas
con pena y compasión
en la portada de una revista
que hace tiempo leí,
y que todavía repaso en la memoria.









27. DEL PASADO

Hubiese podido saltar a otra época,
o yo ahora en aquella época
con menos complejos y complicaciones.Tal vez hubiese ganado en el tiempo
mayor sinceridad,
mayor tolerancia hacia mi mudez amatoria
o al menos hacia mi tartamudez, por cierto, expresiva.
Pero tuve que resguardarme por mucho tiempo
por miedo al martirio en las iglesias, en
Margarita de Darío, o en una oración perpetua que me librara de la condenación de amar tan seguro.
Debo al tiempo aquel haberme
guardado en un barril como el vino
para curarme de todo
y perdurar hasta hoy, como un
Credo
ferviente, ágil y suicida
por proteger mi amor.





Seguir>





1